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Recomendación Cinematográfica: Superman, James Gunn | ¿Acaso la 'S' no representaba la esperanza?

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¿Acaso la 'S' no representaba la esperanza?


Salí del cine y lo único que quería era ser mejor persona.No por salvar el mundo. No por volar. No por detener un tren. Sino por aprender a ser más amable.


James Gunn nos prometió un nuevo Superman, y muchos temíamos que eso significara traicionar al ícono, diluir al mito, suavizar al último hijo de Krypton. Pero quizás lo que hizo fue algo mucho más valiente: devolverle el corazón.

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Desde su anuncio, Superman (2025) fue objeto de críticas: “demasiado humano”, “muy sensible”, “el boy scout de siempre”. Y, sin embargo, en medio de un cine plagado de antihéroes cínicos y multiversos saturados, este Superman fue justo lo que no sabíamos que necesitábamos.


Un superhéroe que no se define por la fuerza de sus puños, sino por la ternura con la que observa el mundo.No un dios omnipotente que desciende del cielo a salvarnos de monstruos ficticios, sino un símbolo —una “S”— que, como nos recuerda, significa esperanza.

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Hay una escena en particular que aún me persigue. Superman conversa con un niño mientras suena de fondo “Punkrocker” de Teddybears, una canción que no he dejado de escuchar desde entonces.Y le dice algo simple, directo, hermoso:


“No tienes que levantar autos para ser un héroe. A veces basta con mirar a alguien a los ojos y decirle: ‘entiendo cómo te sientes’.”

Esa línea no solo está escrita con el alma, está actuada con una honestidad que desarma. Henry Cavill fue el músculo, pero (nuevo actor; David Corenswet) es la piel, los ojos, el corazón. Porque lo que hace que esta película funcione no es la capa, ni la nave espacial, ni la pelea final. Es que, por fin, alguien entendió que la bondad también puede ser cinematográfica.

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Y eso, en tiempos donde la compasión parece un recurso escaso, es más revolucionario que cualquier rayo láser.


James Gunn no dirigió una historia de superpoderes. Dirigió una historia de superempatía.Una carta de amor al idealismo, a la decencia, a la capacidad de inspirar a otros simplemente siendo mejor.


Y sí, lo acepto: lloré. Porque mientras salía de la sala, no pensaba en trajes ni en villanos, pensaba en mis amigos, en mis padres, en mis propias formas de ser más amable, de ser más justo, de ser más humano.


Quizás ahí radica la importancia del cine.No en lo grandioso, sino en ese instante pequeño, íntimo y silencioso en que una película te deja pensando:“Quiero ser mejor.”

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Y si hablamos de forma más concreta, Superman (2025) no solo emociona, también sorprende con un elenco secundario que brilla en cada aparición.David Corenswet encarna a un Superman que no se siente lejano ni idealizado, sino humano, con dudas y ternura, pero sin perder autoridad. Lejos de la solemnidad de otros intérpretes, su versión se acerca más a un símbolo accesible que a un dios distante. Y funciona.


Rachel Brosnahan como Lois Lane es una joya: ingeniosa, directa y emocionalmente compleja. Su química con Corenswet no busca la nostalgia, sino establecer una relación moderna, creíble y llena de matices.Nathan Fillion aporta el alivio cómico necesario como un Guy Gardner cínico y arrogante, pero que equilibra muy bien con el tono general.Isabela Merced como Hawkgirl y Edi Gathegi como Mister Terrific introducen una frescura y diversidad bien manejadas —no como una imposición, sino como parte natural del universo.Y Anthony Carrigan, como Metamorpho, demuestra que hasta los personajes menos conocidos pueden tener alma, si están bien dirigidos.

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La dirección de James Gunn se nota: hay ritmo, hay humor, pero sobre todo hay propósito. A diferencia de otras películas de superhéroes que parecen ir armándose sobre la marcha, esta tiene un corazón claro. No es perfecta: algunas subtramas se sienten apenas dibujadas y ciertos momentos podrían tener más peso visual. Pero esas fallas se perdonan fácilmente cuando el núcleo emocional es tan fuerte.


En un momento de la película, suena “Punkrocker” y Superman lanza una de las frases más simples pero potentes del cine de superhéroes en los últimos años. No es una lección, es una invitación. A escuchar. A sentir. A estar.


Y quizás eso es lo más valioso que nos puede dejar una película: las ganas de ser mejores.

No es solo cine de entretenimiento. Es una declaración de principios con capa y botas.Y sí, vale la pena verla en el cine. No por los efectos. Por lo que te hace sentir cuando termina.

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