Recomendación Cinematográfica: Conclave, Edward Berger.
- Mariano Zepeda
- 21 abr
- 4 Min. de lectura

Cónclave: Un thriller eclesiástico que anticipa la realidad.
El fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025 ha generado una profunda reflexión sobre el liderazgo espiritual y el futuro de la Iglesia Católica. En este contexto, la película Cónclave (2024), dirigida por Edward Berger y basada en la novela de Robert Harris, adquiere una relevancia especial.

La trama se centra en el cardenal Thomas Lawrence (interpretado por Ralph Fiennes), quien, tras la repentina muerte del Papa, debe liderar el proceso secreto de elección del nuevo pontífice. A medida que los cardenales se reúnen en el Vaticano, emergen intrigas, alianzas y secretos que amenazan con sacudir los cimientos de la Iglesia.

La película ha sido elogiada por su dirección meticulosa y actuaciones destacadas. Ralph Fiennes ofrece una interpretación contenida y poderosa, mientras que Stanley Tucci y John Lithgow aportan profundidad a sus respectivos roles. La cinematografía de Stéphane Fontaine y la música de Volker Bertelmann contribuyen a crear una atmósfera claustrofóbica y tensa.
Cónclave ha sido reconocida en múltiples festivales y premiaciones, incluyendo ocho nominaciones al Oscar, entre ellas Mejor Película. También obtuvo premios BAFTA y Globos de Oro por su guion adaptado.

Críticos han destacado su capacidad para combinar el suspense político con una reflexión profunda sobre la fe y el poder.La película ha sido comparada con thrillers políticos de los años setenta, ofreciendo una visión crítica y contemporánea del Vaticano.
En estos tiempos de transición para la Iglesia Católica, Cónclave ofrece una mirada intensa y provocadora sobre los mecanismos internos del Vaticano. Con actuaciones magistrales y una narrativa envolvente, la película invita a reflexionar sobre el equilibrio entre tradición y cambio, fe y poder.

Para quienes buscan comprender las complejidades del liderazgo espiritual y las dinámicas de poder en tiempos de incertidumbre, Cónclave es una obra cinematográfica imprescindible.
El papa Francisco, fallecido a los 88 años tras casi 12 años de pontificado, deja un legado
marcado por reformas progresistas, aperturas al diálogo interreligioso y una clara vocación social. Con su muerte se activa el cónclave, un proceso cerrado en el que 140 cardenales menores de 80 años elegirán a su sucesor. De ellos, 80% fueron designados por el propio Francisco, lo que podría inclinar la balanza hacia una línea pastoral progresista. Sin embargo, el ala conservadora del Vaticano buscará recuperar terreno.

¿Quiénes suenan como posibles papas?
Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años): Conocido como el “Francisco asiático”. Progresista, carismático, cercano a las redes sociales y popular en YouTube. Representa continuidad ideológica con el pontífice argentino.
Matteo Zuppi (Italia, 68 años): Presidente del episcopado italiano, defensor de los derechos LGBT y mediador en conflictos. Su nacionalidad italiana podría restarle puntos, pero es uno de los favoritos de Francisco.

Pietro Parolin (Italia, 70 años): Secretario de Estado del Vaticano. Figura moderada y diplomática. Ha liderado negociaciones clave como el acuerdo con China sobre obispos.
Peter Erdö (Hungría, 72 años): Conservador, figura clave en Europa del Este. Se opone a reformas de Francisco como la comunión a divorciados.

Timothy Dolan (EE.UU., 73 años): Mediático, conservador, carismático. Pero el ser estadounidense es una desventaja por razones geopolíticas.
Fridolin Ambongo (Congo, 64 años): Fuerte crítico de multinacionales y defensor del medio ambiente. Progresista en lo social, pero contrario a la bendición de uniones homosexuales.
Raymond Burke (EE.UU., 76 años): Ultraconservador y uno de los principales opositores a Francisco. Su elección implicaría un giro drástico en la Iglesia.

Lo poco probable es que se repita un latinoamericano o un jesuita en el trono de San Pedro. A pesar de que dos cardenales mexicanos votarán —Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega—, no figuran entre los favoritos por su bajo perfil internacional y la falta de alianzas internas en la Curia.
La ficción que se convirtió en espejo. En la liturgia del catolicismo, el humo blanco es señal de consenso, de elección, de guía. En el cine, Cónclave representa ese mismo signo: un thriller contenido y elegante que, sin aspavientos, se eleva como una de las películas más incisivas sobre la fe, el poder y la fragilidad de las instituciones.

Hoy, con la muerte del Papa Francisco, la película se resignifica: deja de ser un drama de ficción para convertirse en una cápsula de anticipación, una exploración narrativa del vacío que deja una figura papal, y del vértigo que produce tener que llenarlo.
Dirigida por Edward Berger (All Quiet on the Western Front), Cónclave se adentra con precisión quirúrgica en los pasillos cerrados del Vaticano, sin recurrir al sensacionalismo ni al exotismo de lo “sacro”. Aquí no hay reliquias mágicas ni sociedades secretas al estilo Da Vinci Code, sino seres humanos confrontando lo más humano: la ambición, el miedo, la fe dudosa.

El cardenal Lawrence (Ralph Fiennes, sobrio y profundamente expresivo) no es el protagonista porque quiera el poder, sino porque sospecha que alguien más lo quiere por las razones equivocadas. Y eso lo convierte en el más humano de los cardenales.

Lo más brillante de Cónclave es su economía de recursos. Con pocos personajes, espacios limitados y una paleta cromática austera, logra una atmósfera que recuerda a los thrillers políticos de los años 70 —un All the President’s Meneclesiástico, si se quiere— donde lo importante no es la acción sino las miradas, los silencios y las decisiones tomadas entre cuatro paredes.
La música de Volker Bertelmann acompaña como una plegaria sin palabras, y la fotografía de Stéphane Fontaine encierra a los personajes en una luz casi confesional, donde todo es claro y a la vez ambiguo.

Con la muerte real del Papa Francisco, Cónclave se convierte en una rareza fílmica: una obra que se adelanta al acontecimiento que dramatiza. Su estreno en 2024 parecía una casualidad, pero hoy se siente como una revelación. No porque prediga el futuro, sino porque entiende que el Vaticano —más que una institución— es un escenario perpetuo de teatro político, espiritual y simbólico.
Y como todo buen teatro, necesita que sus actores se cuestionen el guión que están siguiendo.

La película termina, como la realidad ahora, con una pregunta abierta: ¿quién? ¿Quién sí es merecedor? Porque nos da un Papa el filme, pero lo importante no es una respuesta con punto final, sino con puntos suspensivos.
Pero Cónclave no ofrece una respuesta directa. Más bien nos pide mirar hacia adentro, hacia los procesos de elección personales, hacia nuestras propias formas de ejercer el poder y la fe. Y en ese sentido, es mucho más que una película sobre el papado: es una película sobre el juicio, la conciencia y el peso de decidir.

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